La Región en que más tarde se iba a levantar la ciudad, era, como lo dice su nombre, de magnifica y exuberante selva virgen, que precisamente hacía que los suelos sean húmedos y blandos. De ahí que los bravos e indómitos aborígenes las denominaban "purranquiles".
Es por ello que no sería justo, aunque muchos digan que no es del caso, hacer al dar comienzo a esta "Historia de la ciudad de Purranque", un merecido homenaje a la naturaleza y con ello a la selva virgen, a los volcanes, lagos y ríos de esta zona sur, muy bien llamada por los articulistas y poetas "El Imperio de la Región de los Lagos", "La Suiza Chilena" o "El Paraíso del Turismo".
Porque antes que llegara el hombre, a estas nuestras tierras, la enmarañada y exuberante vegetación, salpicada de musgos y flores multicolores, de símbolo Copihue, de aves y animales salvajes, con su Rey el Puma; y el profundo olor a la naturaleza, eran dueños y señores de ellas. De fondo la cordillera y los volcanes y de techo este nuestro cielo tan hermoso y azul. De allí que la zona a que esta historia se refiere es, por sus antecedentes primitivos, rica en sus suelos y en sus bosques.
Posteriormente cuando ya el machete del hombre entró en acción y la selva empezó a desaparecer, estas tierras ricas en humedad, empezaron a ser también ricas para la agricultura.
Con razón hay un dicho tan nuestro que se repite por primera vez llegando hasta aquí: "Si se despeja verá lo que sus ojos nunca vieron".
Extracto de: Montecino S., J. Vicente. Historia de Purranque. Imprenta González, Osorno: 1961.