Mi nombre es Antonio Miguel Muñoz Melillanca. Pueden ver que mi padre tenía un buen nombre español, y mi madre, un antiguo y buen nombre indígena mapuche. Durante largo tiempo, mi familia y yo, vivimos en la Costa de Río Blanco, cerca de Putrihue, hermoso lugar, quizás, pero también remoto y escabroso.
Ustedes saben que mi vida no ha sido fácil, y especialmente, durante los inviernos lluviosos, en que vivimos en casi completo aislamiento. Pero ahora es verano, 20 de enero, la Fiesta de San Sebastián. Mis dos hijos, sus esposas, mis nietos y yo, iremos a Purranque a la fiesta.
A los bueyes no les gusta que los molesten temprano. Bueno a mí, tampoco. Pero tenemos que salir antes que salga el sol si queremos tomar el bus en Riachuelo. Todos apretujados en esta carreta de dos ruedas, no sentimos tanto el frío. Pero hasta que salga el sol, va a estar un tanto helado. Y según como se ve el cielo, tendremos poco sol hoy día.
El viaje a Riachuelo, el pueblo más cercano, demora alrededor de dos horas. Pero con todo este peso, me temo que mi yunta de bueyes añadirá más que unos minutos a estas dos horas. Pero, ¿para qué preocuparse? Me dijeron la semana pasada que habría un bus especial a las 7 de la mañana. No tengo reloj, pero diviso el bus allí y según se ven las cosas, parece que no vamos a salir a la hora.
Ustedes se preguntarán por qué no pueden hacer los arreglos al motor durante la noche. Luego al llegar allá, no tendríamos que esperar tanto. Cuánto me cansa tener que esperar. Espero en las oficinas, espero en las tiendas, espero los buses en el camino. A veces también me pregunto si también esperaré mi muerte.
Ah, finalmente, el bus está listo. Venga, mi nietecita, siéntese conmigo. Sí, vamos a Purranque. Oh, sí, habrá mucha gente allí hoy día, todos van a cumplir sus mandas en honor a San Sebastián. ¿Quién es él? Mi niña bendita, todo el mundo sabe que él es un gran santo de la Iglesia, que es muy poderoso, que todos los buenos católicos en Chile lo aman. No, me temo que no sé qué hizo o cuando vivió; pero sé que para mí obra maravillas.
Me gustaría poder decir lo mismo de este bus. Mis bueyes pueden subir estos cerros más rápido. Pero me gusta ir en bus, cuando el camino es parejo, casi volamos.
Todo el mundo parece contento. Hoy estamos libres de trabajo. Hoy mis hijos no tienen que cultivar el fundo de Putrihue.
Y hablando de fundos, este camino atraviesa dos fundos muy grandes y bien mantenidos y bien administrados. Como muchos dueños de propiedades en provincia, éstos tienen nombres alemanes en vez de españoles o indígenas. Envían a sus hijos a colegios de habla alemana; tienen lo último en maquinarias agrícolas. Viven muy bien.
¡Cuán diferente a nosotros allá en Putrihue! Tenemos tan poco. Me pregunto por qué.
¡El bus voló hoy día! Ya estamos llegando a Río Negro, sede de la provincia. Esta ciudad nunca volvió a ser la misma después del terremoto de 1960. Pero debo decir que tiene dos buenos colegios, un hospital y más calles pavimentadas.
Muchas veces hay que cambiar de bus aquí, pero hoy vamos directo a Purranque. Otra media hora y estaremos allí. Quizás antes. Esta extensión de la Carretera Panamericana es realmente maravillosa. Imagínense, entera pavimentada entre ¡Santiago y Puerto Montt! Durante mi espacio de vida, he visto crecer esta provincia de una zona salvaje a una civilizada.
¿Dónde estamos? Un viaje tan suave hizo que me durmiera. Ah, sí, ahí está Purranque, a la derecha. ¡Mira la gente! Hay miles. Por supuesto esta muchedumbre no puede compararse con los miles allá en Yumbel. Algunos años hay hasta 20.000 ante el santuario de San Sebastián. Pero no me quejo. Estoy agradecido de la oportunidad de venir y cumplir mi manda. Y estoy agradecido también de los Padres que lo han hecho posible.
Estos Padres...han existido muchos durante mi vida. Al principio los mandaba fuera el Obispo de Ancud, hasta la Isla de Chiloé. Luego más tarde, vinieron a Valdivia.
Y ahora el Obispo de Osorno, nos envía a estos norteamericanos, estos Padres de la Preciosa Sangre. Están aquí en Purranque; tenemos uno trabajando en el pueblo de Riachuelo, y hay más en Río Negro. Por el número que veo en el altar de afuera, diría que están todos los Padres de la Preciosa Sangre, para la fiesta de hoy de San Sebastián.
Ahora, que estoy aquí, supongo que debería ir a Misa. Hace bastante tiempo de la última vez que fui. ¿Cuándo fue? ¿Abril? Sí, fue para el 8° Aniversario de mi esposa que se fue hace tantos años. Es verdad, tenemos Misa todos los meses en nuestra Capilla nueva en la Costa de Río Blanco. Pero con todo lo que hay que hacer en la casa, con las visitas de los domingos, y con la eterna amenaza de que nos roban si no hay nadie en casa, tengo muchas razones para no asistir. Además, no entiendo la Misa. No la entiendo.
Pero honrar a San Sebastián eso es otra cosa. Eso lo entiendo, eso lo sé, eso lo puedo sentir. Le prometí que si mis papas producían bien este año, vendría hoy día, caminaría en la procesión, encendería velas en su honor, e incluso daría tres billetes de escudos a la Iglesia. Esto es algo claro; este es un acuerdo de hombre a hombre entre nosotros; él hizo su parte y ahora hago la mía.
Ah, pero primero tengo que escuchar el sermón. Amigo, me podría decir, ¿quién es el que está predicando? ¿Es el Obispo? No, es el secretario del Obispo, usted dice. Bueno, tiene barba como nuestro Obispo. Pero Obispo o secretario, me gustaría que terminara luego, que siguiera con la Misa y pasáramos a la procesión. ¡Y me debe haber escuchado! Terminó.
Miren ustedes, esta Misa no está tan mal. Quiero decir que se me había olvidado que la Misa es ahora en castellano. Aunque no leo muy bien, me gusta escuchar a los demás leer las oraciones en las hojitas. Y todos nosotros diciendo el "Padre Nuestro" juntos, eso, es algo especial.
Y ahora toca la Comunión. ¡Cuántos años han pasado desde que la recibí! Pero el Buen Señor nos entiende a los hombres. Sabe que no somos tan dignos como para recibirlo; además no se usa. Con seguridad antes de morir, me confesaré y recibiré la hostia. Pero no ahora, no especialmente ahora. ¡Cómo!, ¡con toda esta gente!, ¿qué pensarían? Extraño, sin embargo, en esa inmensa fila de mujeres y niños que van a comulgar, veo a algunos hombres. Bueno, esa es una manda que nunca haré: recibir la Comunión en el día de San Sebastián.
Ah, ¡al fin la procesión! Me gustaría que hubiese más hombres participando, ¿qué es lo que dice?
De acuerdo a la orden del Obispo, no se nos permite llevar la estatua de San Sebastián, sólo la cruz de la procesión, ¿no es cierto? Cambios, siempre cambios. No quisieron que uno de mis nietos hiciera la Primera Comunión este año porque había asistido a una sola clase de catecismo. Y uno de mis hijos tuvo que escuchar una charla sobre el matrimonio antes que lo dejaran casarse por la iglesia. ¡cambios! ¡No sé hasta dónde vamos a llegar!
Ya terminó: la primera parte de mi manda. La procesión parecía muy larga, pero pienso que es porque no llevamos a San Sebastián. Ese Padre tan grande, ¡realmente hizo oír su voz! Me debería sentir un poco avergonzado por no cantar, pero conozco sólo dos canciones religiosas, ambas en honor de la Santísima Virgen María, y no las cantaron.
Pero ahora, la otra parte, la importante, debo encender mis velas y hacer mi ofrenda.
Este paquete de 4 velas ardiendo no es mucho, pero San Sebastián, tú sabes mi intención. Yo tengo las papas, tú tienes mi manda. Y para un hombre viejo como yo, hacer este largo viaje, caminar en la procesión, arrodillarme para poner las velas encendidas a tus pies, todo esto cuenta algo.
Y además, aquí están los tres escudos que coloco en tu alcancía. Tú sabes muy bien que nunca tengo mucha plata. Pero te la doy contento. Ahora si pudiera pararme....
Parece que mis hijos tienen deseos de ir a la cancha de fútbol. Allí podrán comprar algunas empanadas y vino, o chicha. Me temo que tendré que decirles que vayan solos. San Sebastián sabe que mi lengua está tan seca como un verano en Santiago, pero si tengo que tomar el bus de vuelta a Riachuelo a la una, todavía tengo cosas que hacer.
Por favor, señor, ¿me podría decir dónde está el bus a Riachuelo? ¡No, no me diga! Se echó a perder...probablemente, ¡no saldrá hasta la noche!
¡Niños, niños, espérenme! Tengo una sed terrible y quién sabe, quizás tengo toda la tarde y toda la noche para apagarla.